lunes, 7 de mayo de 2007

Titán

Me gustaría poder decirle, querido lector, que la demora en actualizar mi blog durante la tercera semana, obedece al tiempo invertido en llevar a buen fin un cuento que expandirá la percepción literaria de la humanidad hasta limites hoy insospechados. Nada más alejado de la realidad.

Me gustaría poder excusarme diciendo que mi retraso se debe a los demandantes quehaceres humanos del trabajo y los estudios, que tanto tiempo consumen. Pero, tampoco estos son causa de demora en esta cruzada “quijotesca”. La verdad es que no existe excusa alguna, mi retraso sólo se presentó.

Aquí me encuentro querido lector, a dos horas de actualizar el blog, y con una semana de retraso en ello. Distraído, trato de averiguar cual de todas las cosas escritas en esta semana se convertirán, la primera en la entrada de la semana perdida(La Tercera) y la segunda la entrada de la semana por venir(La Cuarta).

Una libreta de un proyecto gubernamental, un pequeño cuaderno verde y una agenda, esta dos últimas hechas por mi, son el pozo donde se acumula todas las ideas escritas que me asaltan. Una y otra vez las he revisado hoy, buscando la luz que me mostrará el camino a seguir, los textos a elegir.

¿Cómo hicieron aquellos gigantes de leyenda, Cervantes, Borges, Cortázar (Usted escoja el suyo), para elegir con tino lo que debía decirse en sus obras, dejando de lado todo aquello que opacaba o deslucía sus escritos?, ¡Titanes! Sólo un titán se enfrenta a semejante reto y triunfa sobre el, consiguiendo con ello la bendición de crear una obra de arte.

Yo, yo no aspiro a tanto querido lector, pero en mi justa escala siento y sufro los efectos de esta terrible tarea de escoger que es bueno y que no, que quiero y que no debo decir. Decisión capital que puede convertirnos en completos idiotas o en extravagante genios. Para esta duda querido lector, a diferencia de la presentada en la segunda entrada, si tengo respuesta. La encontré hace mucho tiempo en un texto llamado 10 Recetas para Ser Feliz, de Alejandro Jodorowsky, escritor chileno al que adoro. La respuesta es:

"Cuando dudes de actuar, entre “Hacer” y “No Hacer”, escoge siempre hacer. Si te equivocas tendrás al menos la experiencia".

¡Lo he encontrado!


#4 Espía

La entrada Metro de la universidad había quedado atrás y el parqueadero del 29 se alzó ante mí. Allí, a diario, se explayan a sus anchas incontables automóviles migrantes a tomar el sol durante el día entero.

La escena parecía normal. Los autos, cual lagartos en las Galápagos, permanecían acostados los unos frente a los otros, separados entre sí por estrictas rayas amarillas puestas en el suelo con el animo de asegurar una buena corriente de aire entre ellos, y la suficiente holgura para tomar el sol. Parecía normal, pero de repente sobre ellos, descubrí admirado que alguien los espiaba.

Una Libélula, orgullosa de su habilidad, flotaba sobre los tranquilos durmientes sin despertar sospecha alguna. Con gracia el sonoro insecto del orden de los Odonatos, de cuerpo largo, esbelto y de colores llamativos, con ojos muy grandes, antenas cortas y dos pares de alas reticulares, subía y bajaba entre los vehículos espiando con atención el interior de los durmientes.

¿Qué buscará?, Me pregunté. Entonces una idea me asaltó, y me detuve bajo el amparo de un árbol de mango para espiar en silencio al espía. Ansioso por descubrir el objeto de su interés, lo observé ir y venir por no más de cinco minutos. Infortunado, en apariencia, por su fallida empresa, el pequeño pariente de los dragones tomó altura poniéndose sobre los durmientes. Desde allí observó todo el lote dando un giro de 360 grados, al termino de este se detuvo con violencia, se había dado cuenta que él, el espía de durmientes, era espiado desde un árbol de mango por un curioso espía, parecido a los descendientes de simios que conducen durmientes.

Sus dos ojos compuestos se posaron sobre mi, el se dio cuenta que mis ojos bifocales se encontraban sobre él. Di un paso hacia delante con el animo de mostrar a mi colega espía que mi misión era de contraespionaje y no de exterminación. Pero el se movió con presteza, aumentando la distancia entre ambos; sabia lo que hacia, el había sido entrenado para conservar la vida a toda costa.

Sin quitar la vista de mi alado colega, con lentitud rodee entonces el silencioso grupo de durmientes. El hizo lo propio imitando cual reflejo mis movimientos. De repente pestañeé y al abrir los ojos el ya había desaparecido. Lo busqué, pero dejo la zona sin pista alguna de él o de sus objetivos. Continué mi camino con la vaga sensación de ser espiado, atento a nuevas escaramuzas.



Esta entrada se encuentra aún en construcción.
Espere en las proximas 24 horas la segunda parte, correspondiente a la entrada de la tercera semana....

-Altais-

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